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-Discúlpeme señorita, estaba pensando en otra cosa y la verdad
no la mire, ¿se ha golpeado?- dijo el joven.
-No, n-no me he golpeado- se puso de pie Alejandra sin prestar
atención al sujeto que le tendía la mano para ayudarla pero mirando muy atenta
su rostro. Era muy apuesto, y no era más de tres años mayor que ella. Su
cabello castaño y su corte militar lo hacía mirarse elegante y casual a la vez,
iba vestido con ropa de ¿policía?
¿Sería de los policías con los que hable esa noche? ¿Uno de
tantos que me interrogaron?, no, no creo, pero ¿por qué creo reconocer esa voz
de esa noche?
No podía creer lo que había visto, justo al dar la vuelta en la
esquina de la zapatearía, miro como una muchacha chocaba con un policía que iba
caminando mirando a cualquier parte menos al camino. Y como esta iba a parar
hasta el suelo con un golpe seco al chocar con el enorme policía. Pero lo que
le había sorprendido, fue justo al ver el rostro de la muchacha se dio
cuenta de que era Alejandra la que había caído al suelo.
Se había quedado parado en el lugar esperando el momento en el
que ella estuviera sola de nuevo. Algo en su mente se esforzaba por creer que
era la fuerza del destino la que lo había hecho caminar sin rumbo durante casi
media hora. Aunque le gustaba caminar, no le agradaba mucho hacerlo solo, al
menos no en el centro de la ciudad. Pero algo en su pecho, lo había conducido
al parecer sin un rumbo hasta ese lugar, donde encontraría a la chica con la
que había sido tan grosero. Era su oportunidad para enmendarse.
El policía se estaba marchando, pero ella seguía parada en el
mismo sitio, sumergida en sus pensamientos y completamente desconectada
del mundo que seguía su curso a su alrededor. Estaba tan adentro de sus
pensamientos que no se dio cuenta del joven que se acercó a ella para
saludarla.
-Hola Alejandra- dijo Ángel. Con una sonrisa en su rostro y un
paquete en la mano.
Alejandra fue arrancada de sus pensamientos de golpe, otra vez;
pero ahora no se esforzó por regresar a ellos. El joven que la saludaba lo
hacía de un modo familiar. De pronto recordó tanto el nombre como al dueño.
-¡Ángel!-dijo Alejandra casi gritando por la sorpresa. Y al
instante se sonrojo. No debió haber gritado eso. El color de su piel aumento al
darse cuenta de que Ángel también se había ruborizado.
-Disculpa, no quise molestarte- dijo Ángel- es solo que, quería
saludarte, sé que no nos conocemos mucho, bueno realmente solo cruzamos tres
palabras o… ¿serian cuatro?
-Creo que fueron más y además me golpeaste al correr por encima
de mí- dijo jugando Alejandra, pero al ver que el joven se incomodaba ante el
comentario siguió- es broma, entiendo, tenías prisa, no te preocupes…
-Pero en verdad fui demasiado grosero, déjame compensarlo…- en
ese momento deseo no haber dicho eso, estaba siendo demasiado atrevido, que es
lo que pensaría ella de él, pero ya no podía retroceder- digo, te invito un
helado, o algo y platicamos…- en verdad lo había echado a perder.
Una alarma interior se había encendido en Alejandra y estaba a
punto casi de correr, no se sentía segura con nadie y menos con un hombre. Pero
no se podía ir, algo se lo evitaba, una parte de ella estaba encantada con la
invitación, y esa parte al parecer era muy fuerte. En su mente se debatían dos
decisiones. Irse o comer helado. Por una parte el no parecía que fuera un malandrín, ¿pero cómo saberlo? Y un helado
no le cae mal a nadie. Pero la alarma interior estaba encendida y no la podía
ignorar.
-Está bien, conozco unas muy ricas en el parque de por haya-
dijo una voz, pero ¿acaso fue la de ella?, por un momento creyó que había sido
alguien más quien había respondido pero al ver la sonrisa en el rostro de Ángel
regreso a la realidad, regreso a ser consciente de su cuerpo y de sus palabras.>>
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